Una sortija para mi novia

 

José Miguel

Aquella mañana (¡ya eran las once!), José Miguel se levantó decidido a comprar una sortija para su novia. Esto, para José Miguel Arzeno, rico, joven, desocupado, debía ser la cosa más sencilla del mundo. Bastaría con° tomar su «roadster» del garage, y de un saltoº ir a la joyeríaº más acreditadaº de la ciudad. Pero he aquí que la cosa no era tan fácil como aparentaba, puesto que antes de procurarse la sortija, José Miguel debía buscar a quién regalársela.º Para decirlo mejor, José Miguel no tenía novia.
Ni nunca la __________(tener). Pero, eso sí, no __________(ir) a dársele a esta actitud suya una interpretación beatífica... Ahí está, si no, para desmentirla,º su «amigo de correrías» como le llamaba a su automóvil, cómplice suyo en más de una aventurilla galante y escabrosa.º Sin embargo,º razón había para creer que aquella decisión suya de comprar una sortija para su novia, le __________(ir) haciendo,º sin duda, desistirº de su inquietanteº vida donjuanesca,4 para darseº finalmente a una última aventura definitiva. Pero... y ¿dónde estaba la novia?

En la joyería

Ya en la ciudad, José Miguel penetróº en «La Esmeraldaº», tenida por° la más aristocrática joyería de la urbe.º Era la primera vez que visitaba un establecimiento de aquella índole,º pues muy a pesar de su posición envidiable,º las joyas nunca le __________(llamar) mucho la atención. Mientras venían a atenderle,º José Miguel se complacíaº en mirar, sin admiración, la profusión de prendasº de diversas formas y maticesº que resaltabanº desde el fondoº de terciopeloº negro de los escaparates,º igual que una constelación de astrosº en el fondo de terciopelo negro de la noche. En su curiosearº inconsciente y desinteresado, José Miguel llegó hasta hojearº un libro de ventasº que estaba sobre el cristal del mostrador.º Sobre la cubiertaº estaba escrito un nombre de mujer.
—¿En qué puedo servirle, caballero?º —le preguntó de pronto una joven que, para decirlo de una vez, era la dependienta. Pero, ¡qué dependienta!º
—Deseo una sortija para mi novia —replicóº José Miguel, al mismo tiempo que se apresurabaº a dejar sobre la mesa el libro de ventas que distraídamenteº __________(tomar) del mostrador. Y luego, alargándoloº a la joven, medio turbado,º preguntó:
—¿Éste es su libro de ventas, verdad?
—Sí, y suyo, si le parece... —No, gracias, no lo necesito —dijo José Miguel sonriendo.
—¡Ah!, pues yo sí, —agregóº la joven con gracejo.º —En este libro de ventas está mi felicidad.
—¿Y cómo?
—Pues... cuanto más crecidas sean mis ventas,º mayores serán mis beneficiosº —repuso ella, no encontrando otra cosa que contestar.  Ambos se buscaron con los ojosº y rieron.

Escogiendo una sortija
—Y bien, __________(volver, imperativo) a la sortija —dijo entonces la dependienta, que, ¿será preciso decirlo?, ya a José Miguel se le había antojado bonita.º
—Sí, muéstreme usted algunas, si tiene la bondad.º
—¿Qué númeroº la busca usted?
—¡Ah, qué torpe soy! No lo recuerdo —trató de disculparse José Miguel.
—¿__________(Tener) su novia los dedos poco más o menos igual a los míos? — consultó la joven, mientras le mostraba su mano con ingenuidad.º
—Deje ver —dijo entonces José Miguel, atreviéndoseº a acariciarº levementeº aquellos dedos finos y largos, rematados en uñas punzantes y pulidas,º hechas sin duda (como lo estaban) para palparº zafirosº y diamantes.
—¡Ah! Tiene usted unas manos peligrosísimas —dijo al cabo de un ratoº José Miguel, mientras dejaba escapar suavemente los dedos de la joven.

—¿Sí? Y ¿Por qué? —inquirió ella con interés.
—¡Ah! Porque serían capacesº de hacer enloquecerº a cualquiera acariciándolas.
—¿No me diga?  Y volvieron a sonreír.
—Bueno, ¿y cree usted que de venirme bienº la sortija ha de quedarle ajustadaº a su novia?
—Sí, es muy probable.
Y la linda dependienta fue por el muestrario.º En tanto,º José Miguel estudiaba devotamente su figura maravillosamente modelada.
—Aquí tiene usted a escoger... ¿No le parece que ésta es muy bonita?—dijo la joven, mostrándole una hermosa sortija de brillantes.º
—Tiene que serlo, ya que a usted así le parece... Pruébesela a ver...
—Me viene como anillo al dedo —agregó ella con picardía.
—¿Y vale? —consultó José Miguel.
—Mil doscientos dólares.
—Muy bien. Déjemela usted.º
—Y ¿no desea grabarla?º
—¡Ah!, sí... __________(olvidárseme)...
—¿Cuáles son las iniciales de su novia?
José Miguel volvió a mirar el libro de ventas que estaba sobre el mostrador. Luego dijo:
—R.M.E.
—Perfectamente —dijo la joven dependienta, mientras escribía aquellas tres iniciales en una tarjetita amarilla que luego ató° a la sortija.
—¿Cuándo puedo venir a buscarla?7 —inquirió José Miguel.
—La sortija... querrá usted decirº... —comentó ella intencionadamente.
—Pues, ¡claro! Es decir... si usted no decide otra cosa...
Rieron de nuevo.
—Puede usted venir esta tarde a las cinco.
—Muy bien. Entonces, hasta las cinco.
—Adiós y gracias.

A las seis
No había motivo para extrañarseº de que a las seis menos cuarto José Miguel aún no se hubiera presentadoº en la joyería a reclamarº su sortija. El reloj y la hora eran cosas que nunca le habían preocupado. Suerte a que° su «amigo de correrías» volabaº como un endemoniado. Ya estaban a punto de° cerrar el establecimiento cuando José Miguel penetró jadeanteº en la joyería.
—Si se tarda usted un momento más no nos encuentra aquí —le dijo al verle llegar la bella dependienta que aquella mañana le había vendido el anillo. Y entregándoleº el estucheº con la sortija, agregó:
—Tenga usted.º Estoy segura de que a «ella» le ha de agradarº mucho.
—Gracias —respondió José Miguel, mientras guardabaº el estuche en el bolsillo del chaleco. Y viendo que la joven dependienta __________(disponerse) también a abandonarº el establecimiento, José Miguel le preguntó:
—¿Me permite que la lleve en mi carro hasta su casa? Después de todo, será en recompensaº por haberme prestadoº sus dedos para el número de la sortija...
—Si usted no tiene inconveniente... Y partieron.

Una novia incrédula
—Señorita, perdóneme que le diga a usted una cosa —le había dicho José Miguel a la linda dependienta, mientras el automóvil se deslizabaº muellementeº a lo largoº de la avenida.
—Con tal de que° su novia no vaya a oírlo... —repuso ella con graciosaº ironía.
—Rosa María, usted es una criatura sencillamenteº adorable...
—Pero... ¿Cómo sabe usted mi nombre? —inquirió ella con extrañeza.º
—Rosa María Estades... ¿No se llama usted así?
—Justamente.º Pero, ¿cómo lo ha llegado a saber?º

—Lo leí esta mañana sobre la cubierta de su libro de ventas.
—¡Vaya que° es usted listo!º Pero tenga cuidado con sus piropos,º pues la sortija para su novia que le está oyendo, bien __________(poder) revelárselos a ella, y... ¡entonces sí que es verdad!...
—Rosa María, ¡por Dios! no se burle usted de mí.° A usted es a quien únicamente quiero. No tengo ninguna otra novia.
—¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Qué tonto! Y entonces, si no tiene usted ninguna otra novia, ¿cómo se explica lo de las iniciales en la sortija?
—Muy fácilmente. Verá usted. Y esto diciendo, José Miguel buscó la sortija en el bolsillo del chaleco,
 y mostrándosela a la joven, añadió:
—Esta sortija es para ti, Rosa María, R. M. E. Rosa María Estades... ¿Comprendes ahora lo de las iniciales?
Y Rosa María, haciendo todo lo posible por poder comprender, inquirió, todavía medio incrédulaº
—Pero... ¿será posible?
—Sí —respondió entonces José Miguel que sonreía de triunfoº —tan posible como la posibilidad de que __________(cumplirse)º los deseos que tengo de darte un beso.
Doy fe de° que se cumplieron, repetidas veces,º sus deseos... Lo demásº... quedaº a la imaginación casi siempre razonable del lector.